El monasterio de San Lorenzo del Escorial fue construido por Felipe II, bajo diseño primero del arquitecto español Juan Bautista de Toledo y posteriormente de Juan de Herrera, para celebrar la victoria de la batalla de San Quintín sobre los franceses. Es una gigantesca edificación de sillares de granito contando con 4.000 estancias, 2.673 ventanas, 1.250 puertas, 15 claustros, 11 aljibes y 88 fuentes. Se ha utilizado como palacio, panteón iglesia, monasterio, biblioteca, museo y colegio. Sus obras abarcaron un periodo de 23 años, de 1563 a 1586.
Es un edificio de traza renacentista de gran elegancia y austeridad inspirado en las obras de los arquitectos italianos de la época. Posiblemente pueda considerarse como la edificación más representativa y prestigiosa de España; se la reconoce como la octava maravilla del mundo.
El Escorial es una auténtica caja de sorpresas en que la creatividad surge a cada paso. A título de ejemplo se podría citar la bóveda plana – un dintel en dos dimensiones – situada en el atrio de la iglesia, debajo de su coro. Se cuenta que cuando se le mostró a Felipe II la gran iglesia de planta griega, el monarca quedó un tanto frustrado al ver que, inmediatamente antes de la iglesia y en el centro, el techo de la entrada estaba soportado por una gran columna situada en el mismo centro del atrio. Herrera, para sorprender al monarca, se acercó a la columna, que era de cartón, y le propinó una patada, dejando ver la magnífica bóveda plana y todo el atrio despejado. El monarca miró a Herrera seriamente y le dijo: “Herrera, Herrera, con los reyes no se juega”. Otra versión de la historia cuenta que Herrera, delante del monarca, subió al capitel de la falsa columna y paso una hoja de papel entre la parte superior del capitel y la inferior de la bóveda, demostrando que la columna no hacía falta para nada.
Creatividad e imaginación son dos valores imprescindibles que hay que aplicar en una moderna organización cuando se quiere salir victorioso en toda competición contra los adversarios. El conocimiento, la tenacidad, la austeridad, el liderazgo y trabajar con calidad son valores fundamentales e imprescindibles en el desarrollo de cualquier proyecto, pero en tiempos de crisis no bastan; además, hay que aplicar la creatividad. Sólo así se podrán superar las dificultades que entrañan los momentos difíciles.